domingo, 2 de mayo de 2010

Reconciliación

Al terminar la función, mientras estaba recogiendo los bártulos, una mujer se acercó a mí: -¿Te puedo dar un abrazo? Durante el largo y delicado abrazo me susurro al oído -No sé cómo te llamas pero me da igual.
Al hacer protAgonizo me doy cuenta de que el texto, el personaje, la función misma, han trascendido: me ha trascendido a mí misma. Ya no se trata de algo mío, es cosa de ellos, del público: algo se ha hecho público, eso es lo que ocurre. Entonces una mujer llega y te abraza y, en ese abrazo, lo que está es abrazando a cualquiera: al prójimo. Algo profundo se ha tocado. Luego, eso sí, volveremos a la calle, cada uno a nuestra vidita, y coincidiremos -como está mandado- en la cola del Mercadona, en el vagón de metro, esperando a salir del avión; entonces, en lugar de abrazarnos, quizá estemos -también como está mandao- empujándonos, colándonos, mirándonos mal o sin mirarnos. En fin, cosas de la guerra. Por eso el teatro es necesario, siempre lo ha sido y lo será: necesitamos ese lugar de catarsis, de reconciliación.

3 comentarios:

  1. Anónimo2.5.10

    Depuse la máscara y me vi en el espejo.-
    Era el niño de hace tántos años.
    No había cambiado nada...
    Y esa es la ventaja de saber quitarse la
    [máscara.
    Se es siempre el niño,
    El pasado que fue
    El niño.
    Depuse la máscara, y volví a ponermela.
    Así es mejor,
    Así sin la máscara.
    Y vuelvo a la personalidad como a un final de
    [línea.

    D. Fernando Pessoa

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  2. Anónimo4.5.10

    Aquí tienes mi corazón
    si lo quieres matar puedes
    pero como tú estás dentro de el
    si lo matas, mueres..
    F.Pessoa

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