protAgonizo es un monólogo escrito, dirigido e interpretado por Ester Bellver. Se estrenó en octubre del 2009 en Aretxabaleta (Guipuzkoa). En Madrid tuvo una gran acogida repleta de prórrogas y reposiciones. Saltó de una a otra sala alternativa (Montacargas, Triángulo y AZarte) manteniéndose tres años consecutivos en cartelera. En noviembre del 2011 se presentó en la sala Princesa del Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional) donde también se prorrogaron sus actuaciones. Ha pasado por Palma de Mallorca, Ciudad Real, Segovia, Asturias, Murcia, Granada, varias ciudades del País Vasco, Cádiz, Barcelona, Valladolid, Sevilla, Palencia, Puertollano, Zaragoza, Albacete, Valencia, Zamora..., y en el ámbito internacional por Buenos Aires.

ESPECTÁCULO RECOMENDADO POR LA RED NACIONAL

lunes, 29 de octubre de 2018

Sueño

Me acabo de despertar con este sueño:
Estoy en una ciudad, he ido allí a hacer un bolo de protAgonizo (hace la tira del último, ¡años!). La primera cosa extraña es que no sé cómo he llegado (no me ha traído Rosa, mi técnica, como habitualmente ocurre). Estoy allí, sola, sin nada (ni maleta ni nada) como caída en medio del casco viejo, deambulando por sus calles. No sé muy bien dónde estoy, ni qué tengo que hacer... ¡Ah, sí!, he de ir al teatro. El bolo lo tengo en Aretxabaleta (Guipuzkoa), lugar donde estrené precisamente este espectáculo. Sin embargo, las calles por las que transito no son las de ese pueblo, podrían ser de Zamora o de Málaga... De cualquier ciudad de las recorridas a lo largo de tantas giras. Llego al teatro. Se trata de una especie de iglesia con su bóveda, todo. Están probando luces, el espacio está iluminado con los focos filtrados en verde. Un verde claro, semejante al tono de las manzanas verde doncella (otra extrañeza, ninguno de mis espectáculos tienen ese color). La planta (el suelo) está en ruinas. Hay grandes socavones y bloques enormes de piedra semihundidos, polvo... Mucho polvo. La belleza del lugar se ve realzada por la iluminación. Ando entre las ruinas. Pienso, ¡qué bonito! Más que bonito es un lugar sugerente, extraño. Me pregunto dónde se pondrá el público para ver el espectáculo, será complicado con tanto recoveco. Veo a los técnicos, allá, a lo lejos. Hay dos en cabina, con las luces; otros (hay bastantes) los adivino ultimando preparativos entre la penumbra y las columnas. La oscuridad que los envuelve no me permite ver sus caras claramente, pero sé que son ellos: sí, los técnicos del CDN, con quienes mantengo una relación muy afectiva fruto de las variadas experiencias vividas al lo largo de años en sus teatros (María Guerrero y Valle Inclán). Al verme me reciben con mucho cariño, como hacen siempre en la vida real. Pienso: ¡madre mía!, qué lujo es esto de llegar y que esté todo hecho, sin preocuparse uno de nada (normalmente Rosa y yo nos pegamos unas palizas de montaje de siete u ocho horas como mínimo antes de ir a la función). Después de saludarlos me voy al camerino: quiero repasar el texto, estoy intranquila porque hace mucho que no lo hago y seguramente no lo recuerde bien. En el camino hacia él me encuentro a una de mis amigas teatreras. Lleva puesto un intercom, está haciendo las veces de regidora: me dice que otra amiga común -también teatrera- vendrá esta noche a ver la función; añade con tono de circunstancia que tendremos muy poquito público esta noche. No pasa nada, como habitualmente -pienso-. "Me voy a repasar", le digo. Mi preocupación por no saberme el texto aumenta. Sigo buscando los camerinos. En el recorrido me voy encontrando con diferentes directores con los que he trabajado en el pasado. Es una gran sorpresa verlos allí. Me dicen que han venido a ver la función: más sorpresa, me alegra. Bajo unas escaleras y llego al pasillo de los camerinos. Allí me encuentro con una sastra con la que trabajé hace mil años, nos cogimos mucho aprecio entonces. No nos veíamos desde hace... lo menos veinticinco años. Es un alegrón para las dos reencontrarnos. Me dice que le han dicho que el espectáculo esta muy bien y que tiene muchas ganas de verlo. Llego al camerino. Entonces descubro que no tengo nada, que no he traído la maleta que contiene toda la utilería que utilizo en el espectáculo. Un terrible sentimiento de culpabilidad y de pánico me asola. No sé qué hacer, cómo resolver. Ahí me he despertado.

 

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