Al terminar la función, mientras estaba recogiendo los bártulos, una mujer se acercó a mí: -¿Te puedo dar un abrazo? Durante el largo y delicado abrazo me susurro al oído -No sé cómo te llamas pero me da igual.
Al hacer protAgonizo me doy cuenta de que el texto, el personaje, la función misma, han trascendido: me ha trascendido a mí misma. Ya no se trata de algo mío, es cosa de ellos, del público: algo se ha hecho público, eso es lo que ocurre. Entonces una mujer llega y te abraza y, en ese abrazo, lo que está es abrazando a cualquiera: al prójimo. Algo profundo se ha tocado. Luego, eso sí, volveremos a la calle, cada uno a nuestra vidita, y coincidiremos -como está mandado- en la cola del Mercadona, en el vagón de metro, esperando a salir del avión; entonces, en lugar de abrazarnos, quizá estemos -también como está mandao- empujándonos, colándonos, mirándonos mal o sin mirarnos. En fin, cosas de la guerra. Por eso el teatro es necesario, siempre lo ha sido y lo será: necesitamos ese lugar de catarsis, de reconciliación.
domingo, 2 de mayo de 2010
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3 comentarios:
Depuse la máscara y me vi en el espejo.-
Era el niño de hace tántos años.
No había cambiado nada...
Y esa es la ventaja de saber quitarse la
[máscara.
Se es siempre el niño,
El pasado que fue
El niño.
Depuse la máscara, y volví a ponermela.
Así es mejor,
Así sin la máscara.
Y vuelvo a la personalidad como a un final de
[línea.
D. Fernando Pessoa
¡Mm, Pessoa!
Aquí tienes mi corazón
si lo quieres matar puedes
pero como tú estás dentro de el
si lo matas, mueres..
F.Pessoa
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