Al salir del metro descubrí que, antes de que yo llegara, había estado él -quién si no- sembrando dos rombos -o intento de rombos- durante todo el camino que hay desde el metro hasta su casa. Lógicamente los había dibujado para que yo me encontrara con ellos y con el mensaje subliminal que quería transmitirme. Al abrir la puerta, también me fijé llevaba puesta la chapita de protAgonizo prendida en la camiseta.
Mi padre y yo, aunque nos queremos mucho, siempre hemos tenido una relación difícil. Nunca ha llevado bien que yo me dedicara al teatro; hace un año, cuando faltaban solo unos días para el primer ensayo abierto con público de protAgonizo, le anuncié, para irle preparando y que se enterara por mí y de primera mano, que iba a salir desnuda durante toda la representación. Tuvimos una gran bronca y, a partir de entonces, estuvo llamándome todos los días según se levantaba suplicándome que me pusiera algo por encima, lo que fuera.
Hoy, en un precioso caminito pintado a tiza, escuché el tierno latido de tu corazón. Gracias papá.
En la foto los rombos que pinta mi papá
miércoles, 7 de julio de 2010
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