domingo, 20 de noviembre de 2011
Un algo salvaje más allá de sí
Hoy, domingo, la función es un poquito antes: a las 6 (18h). También hoy es el día de las elecciones, un día de lluvia y gris. Mientras me estaba haciendo el zumo de naranja esta mañana, recordé que había soñado con un perrito. Había sido algo más que un sueño: la sensación era que lo había vivido "realmente" en algún lugar en el que ya no me encontraba. ¿Dónde se había quedado el perrito? Nos habíamos encontrado por casualidad y se había desatado, a lo tonto, un amor -inhumano, claro está- precioso entre nosotros. Sólo bastaba con mirarnos para decirnos lo que sentíamos, teníamos una gran complicidad. Todavía ahora recuerdo a la perfección llevarle en brazos: su peso, el calor de su cuerpecito, el tacto de su pelaje y su cara con aquel morro afilado; sus ojos, sus orejas, su expresión... Todo aquello me caló tan hondo que no lo puedo olvidar. En el "sueño" recuerdo pensar que tenía que hacerme con una correa para poder llevarle andando él por su propio pié -digo pata-, es decir, sin tener que llevarle en brazos. Pensaba que, aunque tuviera que ir atado, a la larga se acostumbraría a ella y luego podría disfrutar de pasear y corretear "mas suelto". De repente alguien querido, ¿mi madre?, llegaba y me proporcionaba una correa muy bonita para él, de color rojo, que destacaría preciosa sobre su lomo marrón. Al ir a ponérsela alrededor del cuello, vi cómo su expresión se transformaba completamente, pasando de la más genuina dulzura y fidelidad, a un algo salvaje, más allá de él mismo, que amenazante se revelaba tan justamente ante mi gesto de "atarle". No sé como explicar con palabras todas las cosas que me han dado que pensar esta mañana este suceso, tanto que he preferido contaros hoy esto que me ha pasado en lugar de hablaros de cómo van las cosas con el espectáculo: que si está lleno o que si no... Mañana, día libre, os hablaré -si encuentro el rato- de eso otro. Besos caninos.
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