
Ayer, día del estreno en AZarte, hizo lo que se dice un día de perros. Se levantó un aire terrible y llovió sin parar toda la tarde; siendo como era domingo, esto fue criminal. Yo iba con la esperanza de que, habiendo salido el artículo de Pepe Henríquez en la
Guía del Ocio (
pincha), que me lo había currado un montón toda la semana repartiendo papelitos informativos (¡cerca de 3000!, esto quiere decir un promedio de seis horas al día) y pegado carteles a destajo, habría un buen número de público. Al llegar al teatro me encontré con que sólo había dos entradas reservadas por Atrápalo: me quedé chafada. En taquilla me dijeron que si no había cinco personas como mínimo de público, la sala tiene por norma suspender las funciones. Entonces decidí que pagaría yo las entradas que faltasen hasta completar cinco y no dejar sin función a esas dos personas que habían hecho el esfuerzo de venir a ver
protAgonizo contra viento y marea. A última hora esto no fue necesario porque acudieron cinco expontáneos más, con lo que sumaron ser siete magníficos espectadores. La función salió bonita. Intenté dar lo mejor de mí, también sentí su complicidad y apoyo. ¡Gracias!
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