lunes, 15 de noviembre de 2010
Un silencio desconcertador
Ayer tuvimos de nuevo función en la Triángulo. El público estaba súper silencioso: no se reían con casi nada. De repente era un gran contraste con respecto a las actuaciones tan cercanas que se habían dado los días anteriores en casa (Festival Tí). Esta energía tan desconcertante que emanaba ayer del público me colocaba en un filo cada vez que me enfrentaba a un chiste. Había que estar muy a la expectativa en todo momento, intentando ablandarles para poder sacarles un poquito las cosquillas. Es un buen ejemplo éste de las cosquillas: hay personas que se mueren de risa con sólo acercarse a ellas sin ni siquiera haberlas tocado y otras que no hay tu tía, que por más que lo intentes no hay nada que hacer: no tienen cosquillas. Pues el público de ayer era del segundo equipo,...aunque, de vez el cuando, sí que algún tímido murmullito se dejaba asomar. Al terminar, sin embargo, aplaudieron muchísimo, lo que fue otro desconcierto. El silencio del público muchas veces uno no sabe a qué se debe. Los actores siempre pensamos que es que no les está gustando la función, pero luego puede resultar -como ocurrió ayer- que es que la estaban sintiendo de otra manera, procesándola de manera diferente.
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3 comentarios:
Así suele ser la tiranía del público. A veces frío, plomizo, exigente. A veces irrespetuoso y otras veces indiferente. Pero tú siempre te dejas la piel y eso lo saben captar el buen público. De aquí tiene que venir tu satisfacción y, por supuesto, la nuestra: la de tu querido público, siempre fiel.
Bueno animo, que no se diga que lo de dar papelitos por la calle no funciona, porque por lo menos he estado pipeando el blog. Saludos desde Salamanca.
¡Que buena palabra! ¡"pipeando"! ¿de dónde vendrá? ¿de comer pipas? Gracias por los saludos sin credo-salmantinos. Besos, e.
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